lunes, abril 23, 2007

dos

Tenía que volver a escribir de las cosas simples. Del miedo que me provocaban las sombras por Antonio Bellet, todos los días después de las nueve. Aprender a describir cómo sabe la mayonesa, cómo huelen las flores de la tienda al lado del mercado, donde compraba girasoles para llevarle de vez en cuando y calas para mí; tulipanes cuando había suerte. Tenía que volver a escribir sobre el cariño que les tengo a las tres, sobre la suerte que tengo cuando las miro y me miro y veo casi, casi lo mismo. Tenía que volver a escribir sobre el frío que me produce el invierno, salvo este otoño que sólo parece querer enfriarme las manos. Tenía que volver a escribir sobre ti, él, mí y todos los demás, los que veía en el metro, en la micro y caminando por la calle mientras leía el diario y quedaba sucia con la tinta de pésima calidad y me decían en la plaza que tenía toda la cara cochina. Tenía que volver a escribir sobre mis pocos enemigos, sobre el temor al abandono pero el gusto por la soledad y por los chocolates y las sopaipillas. Tenía que volver a escribir sobre todo, de los paseos y las siestas a media tarde, el despertar cuando la luz está azul y nos pertenecía. Ahora ya no me pertenece, te la puedes quedar para que la compartas, porque a mí me gustan las horas más claras y brillantes, como las horas del otoño. Tenía que volver a escribir sobre las flores amarillas que tanto me gustaban, sobre el celular que perdí en el parque de providencia y también sobre la correspondencia que me llegó desde Italia y Barcelona, tantos años atrás, junto a la pluma de vidrio que me trajo Gabriela y la tinta azul-morada que terminó por teñirme los dedos y los de mi papá cuando quisimos saltarnos el notario. Tenía que volver a escribir sobre las nostalgias, pero ya no las tengo. Sobre todas las naranjas con las que sueño, con los olores que me llevan de carro en carro buscando evidencias, algodón, ropa recién lavada. Tenía que volver a escribir sobre lo que leo, sobre el libro que gané por escribir de fútbol y todos creyeron que era un niño, por la afición; sobre Proust a medio leer en la playa después del tequila y sobre los paseos haciendo dibujos en la arena, caminando tres horas para comprar porquerías y devolvernos en micro y llegar en veinte minutos. Tenía que volver a escribir sobre Buenos Aires y el correo del quince de julio, sobre el vino barato, la noche en el obelisco gritando, borrachos y sobre Sergio, Virginia, Patricio y los otros, el botón volador, el tenedor y la indigestión. Sobre los amores inconclusos, los finitos, los que a ratos me rondan y los que desaparecieron sin dejar rastros, silenciosos. Tenía que volver a escribir sobre los tres perros y los dos gatos, sobre los gritos y los temblores a media noche y las puertas, las ventanas que se mueven y los vecinos. Tenía que volver a escribir sobre todo; tenía que hacer un resumen y recordar para volver a escribir. Tenía que empezar mañana. Mañana.

2 Comments:

At 9:11 p. m., Blogger [Entre Paréntesis] said...

Excelente texto, me arrancó un par de sonrisas, sobre todo la parte de Buenos Aires en donde salgo mecionado.
Curioso que hayamos escrito de temas parecidos, debe ser que estamos pasando por lo mismo, o nos sentimos igual.
Tenías que volver a escribir para poder darte cuenta de como eras, de como estás cambiando y como ves las cosas ahora, desde una nueva perspectiva.

Saludos Caroline

 
At 11:45 p. m., Blogger Cuadro de Camisa said...

Dentro de todo, el quinto es un buen comienzo. Hay varias cosas que cambian y pareciera que eso nos es bueno.

Un besote Carola. Me alegra pertenecer (así bien tangencialmente) a la quinta pata que le pones a tu gato.

 

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